lunes, 20 de agosto de 2007

Alan Watts2

La consecuencia de sentirnos mentes separadas en un universo ajeno y en general estúpido es que carecemos de "sentido común". Las opiniones son muchas y muy distintas, y por lo tanto quien toma las decisiones es el más agresivo y violento, el más insensible de los propagandistas. Un nudo de opiniones en conflicto unidas por la fuerza de la propaganda, es la peor fuente posible de control para una tecnología poderosa. Podría creerse que lo que necesitamos es algún genio que invente una nueva religión, una filosofía de la vida, una visión del mundo plausible y genéricamente aceptable a través de la cual todo individuo pueda sentir que la realidad en general y su vida en particular tienen un significado. Pero esto, como la historia ha demostrado muchas veces, no es suficiente. Las religiones producen divisiones y reyertas y son ellas las que fomentan la separación. Proceden a separar justos y pecadores, creyentes y herejes, propíos y extraños. Aún los liberales religiosos juegan al juego de "nosotros somos más tolerantes que vosotros ". Las religiones se ajustan a instituciones que exigen lealtad, que deben ser defendidas en su pureza y reclaman conversos. Cuanta más gente coincide con nosotros, menos duele la inseguridad de nuestra posición. El compromiso irrevocable con cualquier religión no es sólo un suicidio intelectual, también es un signo de pro funda falta de fe, pues cierra la mente a cualquier nuevo enfoque sobre el mundo. La fe es, sobre todo, apertura, un acto de confianza hacia lo desconocido.
No necesitamos una nueva religión, ni una nueva Biblia. Lo que precisamos es una nueva experiencia, una nueva sensación de lo que es "yo". La percepción profunda y secreta de esta vida, descubre que nuestra normal sensación de uno-mismo es una trampa o, en el mejor de los casos, un papel temporal que estamos jugando, o que hemos sido persuadidos de jugar, con nuestro tácito consentimiento. El tabú mas firmemente establecido de todos los que conocemos es ese que le impide a usted saber quién o qué es detrás de la máscara de su ego aparentemente separado, aislado e independiente.
La percepción del "Yo " como un centro de ser solitario y aislado es tan poderosa y sensata, tan fundamental para nuestros hábitos en el pensamiento y el habla, para nuestras leyes e instituciones, que no podemos experimentar nuestro sí-mismo más que como algo superficial en el esquema del universo. Yo parezco una breve luz que restalla una sola vez en la eternidad del tiempo. La ola de la vida se desperdiga en brillantes gotas individuales dedistintos colores, que resplandecen por un momento tan sólo, para luego desaparecer por siempre. Bajo ese condicionamiento, parece imposible y aún absurdo entender que el "yo " no reside en una sola gota, sino en todo el curso de energía que va desde las galaxias hasta los campos nucleares de mi cuerpo. "Yo" tengo formas infinitas, mis idas y venidas son tan sólo pulsiones o vibraciones de un único y eterno torrente de energía.

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