jueves, 18 de octubre de 2012




"El deseo de desaparecer, porque las cosas desaparecen, emponzoñó tan atrozmente mi sed de ser que, en medio de los resplandores del tiempo, el aliento se apagaba y el ocaso de la naturaleza me envolvía en multitud de sombras. Y como veía el tiempo en todas las cosas, esperaba salvarlas a todas del tiempo.

La necesidad de convertir a los seres en eternos por medio de la adoración, la premura por elevarlos, por exceso de corazón, de su destrucción natural me parecía la única labor apreciable. No sé de nada que yo haya amado sin odiarlo a la vez por no poderlo sustraer, mediante el baile de llamas de mi alma, a la ley de su aniquilación. Quise que todo fuera. Y todo era únicamente en la fugacidad de mis fiebres. El mundo se me escapaba porque el mundo ya no era...¿Por qué no se encadenan en el tiempo ?

¿Es que no mora en mí bastante eternidad?

Si las cosas extintas supiesen cuánto las he amado se procurarían un alma sólo para llorarme. Ninguna de las cosas del mundo podrá acusarme de indolencia..."


Emile Cioran. Breviario de los vencidos. Marginales Tusquets. p. 43